Hay plagas que no solo enferman a una planta: pueden alterar el paisaje, borrar símbolos de identidad y afectar incluso el flujo del turismo. Eso es lo que ya está ocurriendo en Uruguay con la llegada del picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), un insecto invasor que ataca palmeras y que podría convertirse, si no se actúa a tiempo, en un problema serio para Argentina.
El caso uruguayo es más que un dato botánico. Desde 2022, el país vecino enfrenta una expansión silenciosa pero agresiva de este coleóptero, que ha afectado en especial a la palmera canaria (Phoenix canariensis), especie emblemática en paseos costeros y plazas públicas. Sólo en Colonia del Sacramento, una ciudad Patrimonio de la Humanidad con fuerte impronta turística, ya se han tratado más de 2.800 ejemplares.
Los expertos describen al picudo como “el asesino perfecto”: su actividad es interna y silenciosa, y cuando se detectan los síntomas visibles, suele ser demasiado tarde. Además, su biología aún no se comprende del todo en el contexto rioplatense. ¿Cuándo pone huevos? ¿Cómo se comporta ante inviernos suaves? Las respuestas todavía son inciertas.
Un debate urbano y ambiental
La cuestión no es solo ecológica. En Uruguay, el debate ha llegado incluso al trazado de obras públicas. El Ministerio de Transporte y Obras Públicas proyecta una doble vía sobre la Ruta 1, en el acceso a Colonia, donde kilómetros de palmeras podrían estar en peligro. La experiencia previa —donde vecinos lograron detener la tala de ejemplares— mostró hasta qué punto estos árboles son parte del alma del lugar.
En ciudades como Buenos Aires, Rosario, Córdoba o Salta, las palmeras tienen un lugar privilegiado en la estética urbana, desde avenidas hasta plazas históricas. Y su pérdida sería mucho más que un cambio vegetal: implicaría una transformación en la imagen turística de muchas localidades.
¿Y en Argentina?
Por ahora, el picudo rojo no ha sido detectado en territorio argentino. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) lo considera una plaga ausente pero cuarentenaria, lo que implica vigilancia estricta y protocolos activos de control en puertos, viveros y zonas fronterizas.
A diferencia de Uruguay, muchas de las especies más abundantes en Argentina —como la Butiá yatay, típica del Parque Nacional El Palmar, en Entre Ríos— no están en riesgo inmediato, ya que el picudo no muestra preferencia por ellas. Sin embargo, otras especies ornamentales sí podrían ser vulnerables, como las Phoenix dactylifera o las Washingtonia robusta, frecuentes en el diseño paisajístico urbano.
¿Paisaje o prevención?
El turismo urbano y patrimonial está íntimamente ligado a la identidad visual de nuestras ciudades. Las palmeras no son solo ornato: son parte del relato. Por eso, la lección uruguaya merece atención. El picudo rojo no conoce fronteras y el cambio climático podría facilitar su expansión hacia el sur si no se toman precauciones.
Más que una amenaza a futuro, esta plaga puede ser la próxima gran discusión en políticas urbanas, ambientales y turísticas del país. Porque cuidar el paisaje también es cuidar la historia.
📌 Para reportar sospechas o consultar sobre protocolos de prevención:
🔗 www.argentina.gob.ar/senasa
📧 consultas@senasa.gob.ar