De los barcos bajaron inmigrantes europeos y también africanos esclavizados que fueron configurando el mestizaje cultural que hoy somos los y las argentinos.
La presencia africana en la República Argentina, se sabe, estuvo invisibilizada e insonorizada durante siglos. La historia blanca, centrada en Europa, fue la que pobló los manuales escolares y los relatos oficiales. Sin embargo, en la últimas dos décadas la historia silenciada de los afroargentinos del tronco colonial (argentinos descendientes de esclavizados en este territorio) comenzó a emerger dando cuenta de una presencia innegable, que forma parte de nuestras raíces como nación. Tal es así, que incluso uno de los símbolos de la identidad argentina como es el tango, tiene en su ADN la negruitud. Esta es la historia negra del tango...
Si bien los estereotipos asocian al tango con la figura de Carlos Gardel, los conventillo de inmigrantes, la incorporación del bandoneón y una historia dominante centrada en los blancos, la palabra tango aparece desde el siglo XVIII siempre vinculada a prácticas musicales y danzarias de afros.
El documento escrito porteño más antiguo en que aparece la palabra “tango” data, casualmente, del 11 de noviembre de 1802 y es un boleto de compra-venta de un “sitio de negros” en el barrio de La Concepción (hoy Constitución).
Pablo Cirio, antropólogo del Instituto Nacional de Musicología Carlos Vega, halló este documento en su afán por comprender el origen y desarrollo del tango desde una perspectiva multiétnica y pluricultural.
(Norberto Ismael Posadas, sobrino nieto de Carlos Posadas, tocando bandoneón "a lo Piazzolla", como él explicó a Cirio. Buenos Aires, jul-1972).
“Los inmigrantes europeos enriquecieron, complejizaron e hicieron evolucionar el tango a lo que hoy conocemos. Pero el género fue, en su origen, negro, vinculado con la milonga urbana y ésta con el candombe y otros géneros afroporteños menos conocidos. Todos ellos tienen la misma matriz afro. Cuando escuchás el candombe porteño, que siempre tiene letra, que se baila, que tiene letra, y analizás la cadencia de la melodía, la estructura armónica que la sustenta, empezás a oír estructuras parecidas a las de un tango antiguo. Pero sucede que la escucha es cultural y hemos sido educados para no ver ni escuchar a los negros. Cuando escuchas el tango y la milonga con un oído abierto a la diversidad, lo empezás a oír negro".
¿Alguien escuchó a los o las afroargentinas contar la historia del tango?
Pablo Cirio afirma que la historia oficial fue escrita consultando fuentes investigadas por blancos, desde un racismo científico naturalizado de neutral. El antropólogo ha venido entrevistando desde hace tres décadas a distintas generaciones de afroargentinos de muchas partes del país, y afirma que es posible construir una historia del tango a partir de esa memoria oral, de sus documentos y testimonios.
Los afroargentinos del tronco colonial nunca dejaron de tocar, de componer, de bailar, de gestar lugares donde compartir sus tradiciones. Si bien durante largos periodos lo hicieron por fuera del espacio público, se puede rastrear su presencia en cada momento hito del tango.
Las fuentes oficiales ubican a “El entrerriano” (1897), del compositor y pianista afroporteño Anselmo Rosendo, como el primer tango formalmente creado, dándolo como inicio del período conocido como Guardia Vieja (1897-1920).
Cirio lleva identificados 40 los compositores afroargentinos (con cerca de un millar de composiciones, publicadas e inéditas). Si bien en su mayoría son desconocidos, algunos se convirtieron en mojones ineludibles de la evolución del género.
(Al centro José Delgado, afroporteño guitarrista y zapateador de jazz. Buenos Aires, ca. 1930 (Col. María del Carmen Obella). Gabino Ezeiza (1858-1916) nació en San Telmo y fue quien introdujo en 1884 en un café de Barracas que aún existe, la milonga en la payada. También fomentó la participación de mujeres en la payada, como su hija natural Matilde Ezeiza.
En el apogeo del tango en Europa, que se da de la mano de Carlos Gardel y sus músicos (entre 1920 y 1930), aparecen las figuras de dos de sus guitarristas y compositores: los afrodescendientes Guillermo Barbieri (1884-1935) y José “el Negro” Ricardo (1888-1937).
“La pulpera de Santa Lucía” (1929), uno de los valses argentinos más reconocidos, fue compuesto por Enrique Maciel. Lo mismo sucedió con el conocido tango romanza “Margarita Gautier”(1935), cuyo autor es el afrodescendiente Joaquín Mora.
(Joaquín Mora).
El gran afroargentino del tronco colonial Horacio Salgán (1916-2006) marcó con “A fuego lento” (1955) el inicio de un nuevo estilo del que se nutrió Astor Piazzolla.
Desconocido para muchos, el contrabajista afro Ruperto “el Africano” Thompson (1890-1925) introdujo lo que se llamó “estilo canyengue”, un sello del tango moderno, que se basa en dar pequeños golpes al instrumento como si fuese un tambor.
“Los negros re-elaboraron sus músicas junto con los inmigrantes que empezaban a llegar y con el mundo hispánico, con los que convivían hace siglos. Y así fue surgiendo el tango de una manera muy lenta. Que sean afro, no implica que toda su producción lo sea pero si no conocemos la música afroargentina no podemos juzgar qué partes de esas músicas tienen rasgos de negritud. Si no tengo la sensibilidad auditiva y corporal del hacer musical y danzario afroporteño, no puedo entender cabalmente melodías tan bellas como “El ciruja”, tango del entrerriano Ernesto Natividad de la Cruz (1898-1985) que, desde que lo
grabó su amigo Gardel, es emblema del lunfardo", argumenta Cirio.
Los lazos sociales de la memoria
“Cuando se deja de hablar de un tema con el paso de las generaciones se corta el lazo que mantienen viva esa memoria, y después esos temas pasan al olvido, o mejor dicho, es reemplazado por otra memoria, en este caso la de los grupos hegemónicos.. Eso es lo que sucedió con los afroargentinos”, explica Pablo Cirio.
A pesar que en 1778 el 46% de la población argentina tenía origen africano, producto de los 72 mil esclavos que ingresaron al puerto de Buenos Aires y Montevideo entre 1777 y 1812, y que en la actualidad viven alrededor de 2 millones de afrodescendientes, según las organizaciones que nuclean a africanos y afrodescendientes, la narrativa dominante dejó de hablar del tema afro o lo redujo a pequeñas menciones en libros, alguna foto pintoresca o a los actos del 25 de mayo donde se los representó siempre en roles subalternos.
(Show de Alberto Castillo con candomberos afroporteños. Rosario (Santa Fe), ca. 1970. Foto Carlos Gómez. Los afros -casi todos aún vivos- son de la familia Garay, Córdoba y Lamadrid en cuya casa, en Flores, funcionó hasta 1952 Centro Recreativo La Armonía, fundado en 1917. Allí se bailaba tango de la Guardia Vieja).
“La Generación del ‘80 construyó una narrativa que dio por desaparecidos de la historia a los afroargentinos del tronco colonial. En ese mismo momento, a su vez, se comenzaban a formar las disciplinas sociales, la sociología, la antropología, la musicología. Y esas disciplinas hicieron obediencia debida a esa narrativa dominante, no la cuestionaron. Carlos Vega, el padre de la musicología argentina, clausuró el tema de la pertenencia y pertinencia de una posible música afroargentina. En artículo publicado en diario La Prensa en 1932 sentenció ‘Todo se fue para siempre cuando los ojos sin luz del último negro auténtico clausuraron la visión envejecida y remota de los panoramas africanos. Ese día dejó de existir el África en el Plata’".
Cirio reflexiona que la Generación del ‘80 negó el tema negro porque sus padres habían sido esclavistas. “Que Mitre, Sarmiento, Roca, Alberdi, Avellaneda, reconozcan que la Argentina fue cómplice y beneficiaria directa durante 350 años del tráfico de esclavos, es reconocer que sus familias patricias fueron esclavistas, al punto de que hoy, muchos afroargentinos tienen los apellidos de sus antiguos amos”.
(Compadrito afroargentino. Buenos Aires, ca. 1910, colección Silvio Killian).
Así pues, los afroporteños se llamaron a silencio social durante más de 100 años, y compartieron sus toques y danzas puertas adentro. Heridos por la institución de la esclavitud, humillados cuando fueron libres (1861) por los blancos que se burlaban de ellos imitando sus bailes y pintándose la cara para carnaval, sumado a contravenciones que, desde fines del siglo XVIII les prohibían tocar tambor bajo la pena de 200 azotes y un mes de cárcel. Los hechos provocaron una ofensa tan grande en el pueblo negro, que debieron retirar de la escena pública sus prácticas candomberas al interior de sus hogares. Y gracias a que han sido sabiamente desobedientes, éste se ha mantenido vigente de modo ininterrupido.
El Día Nacional del Tango se celebra el 11 de diciembre. La fecha fue propuesta por Ben Molar en homenaje al nacimiento de dos grandes del género, Carlos Gardel (Tolouse, 1890 o 1897) y Julio de Caro (Buenos Aires, 1899). Y “casualmente”, fue un 11 de diciembre pero de 1802, la mención más antigua de la palabra tango en Buenos Aires.
Volviendo a las raíces, el significado de la palabra Tango en kikongo (una de las lenguas africanas que se habló aquí hasta mediados del siglo XX), pareciera poner blanco sobre negro (o negro sobre blanco) en este tema: “Es tiempo de hablar de lo nuestro” (tango fueni kia songa kinkulu kieto).