
Viajar no siempre es solo recorrer paisajes o disfrutar de la gastronomía. A veces, el viaje también es un encuentro con la memoria y con historias que marcaron profundamente la identidad de un país. Eso es lo que ocurre al visitar la Calera de las Huérfanas, en el departamento de Colonia, un sitio que combina patrimonio jesuita, naturaleza y cultura en un entorno que parece detener el tiempo.
Un legado jesuita en tierras uruguayas
Fundada entre 1741 y 1742 por la Compañía de Jesús, la Calera fue mucho más que una estancia rural. Aquí los jesuitas desarrollaron un establecimiento productivo que incluía hornos para la fabricación de cal, áreas de cultivo y una capilla que aún hoy se conserva como el símbolo más fuerte de este espacio.
Declarada Monumento Histórico Nacional en 1976, la Calera se ubica en un entorno de 32 hectáreas de historia y naturaleza, a solo 16 kilómetros de Carmelo y 80 kilómetros de Colonia del Sacramento. El recorrido invita a descubrir una antiquísima capilla, los restos de construcciones coloniales, hornos de cal que dan nombre al lugar, una sala de interpretación y un sendero de monte nativo que conecta al visitante con la vida natural de la región.
La experiencia del visitante
Caminar entre las ruinas de la Calera es como viajar en el tiempo. Las paredes de piedra, los arcos semiderruidos y los restos de las antiguas construcciones narran en silencio la vida cotidiana de quienes habitaron el lugar en la época colonial.
El sendero del monte nativo permite un respiro verde y la posibilidad de comprender cómo los jesuitas integraban la naturaleza a su vida productiva y espiritual.
Además, el sitio cuenta con un centro de visitantes renovado, baños accesibles, miradores y un puente en los hornos de cal, lo que facilita la experiencia tanto para turistas locales como internacionales.
En el Camino de los Jesuitas
La Calera de las Huérfanas no es un punto aislado. Forma parte del Camino de los Jesuitas de Sudamérica, un circuito cultural transnacional que conecta los vestigios jesuitas en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
En este entramado, la Calera se presenta como la puerta de entrada de Uruguay al circuito, dialogando directamente con destinos como San Ignacio Miní y Santa Ana, en la provincia argentina de Misiones, o las reducciones de Corrientes, además de integrarse a otros enclaves patrimoniales de Brasil y Paraguay.
Este proyecto regional no solo rescata la memoria tangible e intangible de la Compañía de Jesús y los pueblos guaraníes, sino que también abre la posibilidad de que el visitante recorra una ruta cultural compartida, en la que cada país aporta un fragmento de una historia común.
Turismo, sostenibilidad y futuro
La recuperación y puesta en valor de la Calera se enmarca en el Programa de Desarrollo de Destinos Turísticos Emergentes, impulsado por el Ministerio de Turismo de Uruguay y el BID. Este plan, alineado con el Plan Nacional de Turismo Sostenible 2020–2030, busca diversificar la oferta, generar empleo en áreas emergentes y potenciar corredores como el de los Pájaros Pintados.
El sitio también integra la Ruta del Esclavo de la UNESCO, lo que le suma una dimensión de memoria histórica vinculada a la esclavitud y al pasado colonial de la región.
Cómo llegar y por qué visitarla
Desde Buenos Aires, llegar es sencillo: un viaje en ferry hasta Colonia del Sacramento o Carmelo, y luego un recorrido corto por carretera, permite al viajero argentino descubrir este rincón cargado de historia. Para quienes llegan desde Montevideo, la ruta hacia Colonia y Carmelo abre la puerta a un recorrido cultural y natural único.
Visitar la Calera de las Huérfanas es mucho más que una excursión turística. Es un viaje al corazón de la historia jesuita en el Río de la Plata, un espacio donde convergen ruinas, naturaleza, memoria y el esfuerzo contemporáneo por preservar y compartir un patrimonio que pertenece a toda la región.